miércoles, 4 de marzo de 2009

No entiendo nada

Aún después de tantos años, mantenía aquella cara inocente. Fue la única herencia que podía esperar, así que la aprovechó. Si te fijas, en sus ojos verde esmeralda puede verse un antojo negro, cruzando la pupila de arriba abajo, como el añarazo de un tigre. Dicen que fue obra de la tristeza, que nunca le dejó de verdad. El pelo de color chocolate, revuelto como un niño pequeño... La mejilla sucia de color negro, apenas perceptible, pero una mancha inborrable. Formaba parte de él. El destino, Dios, o quién mandara en el mundo se metió mucho con él, dejándole el alma y el corazón hechos trizas. Pero aún así, él aguantó. Resultó un psicópata muy divertido... Todas sus víctimas, morían con una sonrisa curvando sus labios. Sangrienta y desgarrada, forzada y rota, los ojos rojos de llorar... Pero... ¿Y esa muestra de felicidad? Era lo que él nunca tuvo. Ganas de reír.

1 comentario:

soyborderline dijo...

Que lo experimentaran otros no creo que tampoco le fuese de mucha ayuda, no?

Bonito rostro el que has narrado.

Un saludo.