viernes, 30 de enero de 2009

La habitación del adiós



Dicen que hay una habitación del adiós para cada persona. Hoy he decidido que debería pasarme por la mía y hacer limpieza de recuerdos. Cuando he entrado, había un gran mostrador en una habitación morada y tras él, un hombre. Me he acercado y he encontrado unos planos sobre el mostrador, mientras el hombre me miraba sonriente y por fin se decidía a explicarme lo que estaba pasando.

- Buenas noches, Señorita ¿Puedo ayudarla en algo? - Su tono cordial me ha recordado que no todos los desconocidos son malos-.
- Sí... Estaba... Buscando mi habitación del adiós - He explicado tartamudeando-.
- Por motivos de espacio, hemos tenido que fragmentar esa habitación en varias. Bienvenida a la recepción de tu habitación del adiós -.

En la placa del hombre tan amable ponía "Destino". Al parecer, acababa de explicarme que hay demasiadas personas en mi vida, importantes, que me han dicho adiós, como para que todas quepan en un lugar solo.

- Aquí tienes el plano con las diferentes habitaciones. ¿Necesitas un guía?-.
- Creo que no. Pero... ¡Gracias!-.

Porque ya sabía dónde ir. Ya sabía cual asear, cual tener por prioridad. La tuya. Apenas tiene polvo porque siempre vienes y vas. Nunca has estado demasiado tiempo fuera de mi vida... Ni dentro de ella. La habitación es azul (creo que la pintaste así porque era mi color favorito) y tú estás dentro a veces, otras no... Ahora no. Pero están tus cosas. Está el escalofrío que me recorrió la espalda la primera vez que te vi, está el calor de las tardes junto a ti en el sofá viendo una película, está la esperanza de volver a verte al día siguiente, están las sonrisas desdibujadas por las noches y las lágrimas que usaba, de tanto llorar, que tú curabas y guardabas por si las volvía a necesitar.

- ¡Hola! - Me he girado. Al otro lado... Tú - ¿Cómo tú por aquí?-.
- Ya ves - Me he encogido de hombros - Que quiero volver a empezar-.

martes, 27 de enero de 2009

El hombre de Negro



Últimamente no tengo muchas sonrisas. Y nadie las tiene para mí. Las cosas no van bien por el Mundo Sensible. Son las diez de la noche y yo me subo al último autobús que para en casa. Estoy cansada, porque ya no hay buenos días ni buenas noches y apenas he podido dormir. Busco asiento y no me cuesta encontrarlo, porque el vehículo va casi vacío. Al otro lado del pasillo, hay un hombre que viste de negro, que mira al frente y que sonríe. Le lanzo miradas de soslayo y me preguntó porqué sonreirá. Sea lo que sea, espero que le vaya bien. Es entonces cuando su mirada se cruza con la mía. Me sonríe más ampliamente y se levanta lentamente, como en una película, caminando por el pasillo hasta la puerta de salida del autobús. Al pasar, deja una nota sobre el asiento que está a mi lado. Cuando la cojo y la tengo en mi mano, él ya se ha ido... Pero la puerta está cerrada. Leo la nota con rapidez.

"Mira bien".

Frunzo el ceño y miro a mi alrededor. Ahora sí que está todo vacío y mi parada es la siguiente. Me pongo corriendo al lado de la puerta, no vaya a bajarme dónde no es. Pero no hace falta que avise al conductor de que quiero bajar, él ya había parado en el sitio. Lanzo una mirada al retrovisor del autobus y al volante te veo sonriendo. Yayo Antonio. Sonrío y me abres las puertas. Me despido con la mano y bajo. Una vez en la acera, el hombre de Negro está ahí. Le miro con una sonrisa y él sonríe una vez más y... Desaparece.

domingo, 25 de enero de 2009

¿De qué me conoces?

Los sueños están para cumplirlos. Y si te dicen que no se cumplen, es mentira. Había soñado tanto con ese momento... Aunque no me imaginaba que se acabara el aire al oír tu aliento. Mi corazón latía tan fuerte que no podía oír nada más. Roja hasta los orejas, despeinada y nerviosa... Solo quería huir. ¿Sabes lo que más me asombró de todo? Que fuera capaz de reconocerte con tanto aplomo. Quince, tal vez veinte metros. De espaldas a mí, vestido de negro. ¿Reconocí tu espalda? ¿O acaso tu alborotado pelo? De perfil me convencí, y nunca me arrepentiré de haber dicho "Es él. Está aquí". Pero soy estúpida, tonta, no me merecía semejante privilegio. Aunque te mirara y me miraras, aunque tu autógrafo tenga en mano, aunque me pillaran tus amigos lánzandote besos... No fui capaz de decir "esta boca es mía y este corazón es tuyo".

23-01-09

Gracias, C.

martes, 20 de enero de 2009

De un impulso....

Cantabas tan cruelmente ignorando mi voz
Ignorando que yo estaba allí presente
Dándole de golpes a la suerte
Maldiciendo tu perdón
¡Que nunca me enamore!
¡Que para amores estoy yo!

Fingiste no verme. Yo no existía en tu mundo de cristal. Mirabas al frente, la voz alta y clara y solo hacías caso a los demás. Pero a mi voz no la escuchabas, mi mirada no veías y a mi corazón... ¿De él que puedo decir? Que lo ignoraste sin que te hiciera nada... más que enamorarse de ti.


Que sepas que no olvido que solo tres días quedan.

domingo, 18 de enero de 2009

Ya no juego más. ¡Qué harta estoy de perder(te)!

Y nada más triste y doloroso que encontrarme una carta tuya dónde ayer estabas tú.


Cariño, perdóname.

Por ser tan egoísta e irme de repente. Por abandonarte cuando más me necesitas. Por no volver. Por tenerte ilusionada y luego dejarte caer de golpe. Por dártelo todo y después dejarte en la nada. Por hacer que llores sin que tus lágrimas arreglen mi marcha. Por decirte todavía, a pie de huida, que te quiero. Por recordarte que serás feliz otra vez, sin mí. Por pedirte todo lo que me dabas y no darte todo lo que tenía. Por no ofrecerte más que llamadas, y si quieres alguna visita. Por pedirte que me olvides y yo no hacerlo. Por obligarte a seguir sin que esté yo contigo. Perdóname por huir. Y por no decirte, todavía, lo mucho que de ti he aprendido. Y no te digo que te quiero, porque posiblemente, te enfades conmigo.

viernes, 16 de enero de 2009

No hay que preguntarle

Aún no teníamos respuestas. Es lo que más nos hería en el orgullo, pero también pesaba en el alma. La única luz al final del túnel fue un tren viniendo hacia nosotros que se nos llevó por delante, así, sin más. Fue como tener un accidente por nuestra propia estupidez. Mi ego podía soportarlo. El suyo no. Cuando nos detuvimos en medio de la plaza serían… ¿Qué? Las doce de la noche, más o menos. No me apetecía entrar, así que mandé a Jaime que se paseara él por el interior de aquel local. La vista del exterior era mucho más bonita que su interior, con eso lo digo todo. Me senté en la barandilla de piedra que daba a la plaza dónde habíamos estado segundos antes. Mi ego podía soportarlo. El suyo no. Sin embargo era yo la que tenía ganas de llorar mientras me congelaba las manos apoyadas en la fría piedra. Jaime no tardó en salir, con cara de resignado.

- Joder. Vas a tener tú razón y solo estamos haciendo el imbécil... – Me gruñó-.

miércoles, 14 de enero de 2009

Espérate, no corre prisa

Ayer por la tarde-noche, yo tenía otra cosa en mente.
¡Lástima que no pueda recordar qué era!
Se me quitaron las ganas de verte, en cuanto el telón se hizo a los lados.
Es... como si no te viera.

Se abre el telón y me olvido. Sus voces me hacen imaginar. Me olvido de todo, de ti, de mí... De la persona que tengo al lado. A no ser que sea un actor que mi respeto se haya ganado. Me olvido de dormir, de comer o de soñar. Uno no necesita nada cuando viene a sonreír. Me olvido de estudiar, de soñar o de mentir. Me olvido de esperar, de llorar o de sentir. Me olvido, porque el teatro es mi único gran y verdadero amor. Y en mi vida no cabe nadie más.

lunes, 12 de enero de 2009

Prometo...

El viernes ya no promete nada. Porque sabe que no lo va a poder cumplir. Viernes es un día de palabra y hoy me ha dicho que no promete nada y que no piensa hacerlo hasta dentro de un par de meses. Cree que no tiene el suficiente potencial para hacerme sonreír y esperarlo con ganas y posiblemente, tenga razón. Ahora ya todo ha perdido su color y el viernes ya no sabe hacerme reír, ahora nadie puede jurarme que vendrá algo mejor porque nadie sabe a ciencia cierta si será así, de momento, al mal tiempo le presento mala cara. Y le digo "¡Adiós!" al viernes, que ya no promete nada.

domingo, 11 de enero de 2009

Honey, honey...

Carla
(Invención de última hora. ¿Qué nos ha pasado?)

Cariño ¿Porqué lo haces tan difícil?
Puede ser bonito. Yo te quiero.
Pero yo no deseo algo como esto.
No soy la chica que necesitas. No soy para ti.
Odio decirte que no, pero es así.
Te quiero, pero no será hoy.

Ayer era todo muy simple, no me querías.
Yo estaba enamorada de él y todo iba mal.
Tu me dijiste "Soy tu amigo y más".
Yo nunca entendí que tu amistad no era solamente eso.
Tu lo querías todo para ti y yo solo puedo darte mis pedazos.

El problema no es su ausencia.
El problema es que le espero.
Yo no quiero esperar más, quiero tenerte.
Ahora eres tú quién me olvida.
Yo he cambiado y ha sido para bien.
Tu dices que ya no soy la misma.
Que tu me quieres a mí
No a mi otro yo.

jueves, 8 de enero de 2009

Ya no sirve de nada

Supongo que este no es un post como otro cualquiera. Es un post avergonzado de tener que decir lo que pretende expresar, más que nada porque para pedir una disculpa antes tienes que haber hecho algo mal. Y yo lo hice. Quiero pedirle perdón a una persona a la que quiero muchísimo y a la que, lamentablemente, por mi cabezonería y mi falta de confianza, he perdido. Para siempre. Es como esos trenes que solo son de ida... Y la vuelta queda tan pendiente que acabas por no volver. Comprendo su actitud de no querer abrirme la puerta, de haberse cambiado de móvil, de no responder a mis e-mails... Al principio no era mi intención causar esto, luego fue solo echar marcha atrás para buscar los errores y corregirlos. Y aún estaban los tachones, que destacan por ser precisamente eso, tachones. De esos que sabes que, cuanto más intentes borrarlos, más se van a notar. Después de tanto llanto y tanta amistad rota, esperaría haber encontrado algo que sirviera. Algo que nos permitiera vivir mejor. Pero me temo que no es así.

martes, 6 de enero de 2009

Caso perdido

Te quiero, pero te lo voy a decir en voz bajita, para que tengas que acercarte para escucharme y así yo te sienta cada vez más cerca de mí. Bajaré de las nubes el día en que tú te des por vencido y aceptes que no puedes vivir sin oír mis locuras, sin besar mis labios, sin mirar mis ojos... Dejaré de estar ausente y perdida, cuando reconozcas aquella vieja canción, que en su día escribió Sabina con su "Nos dieron las diez y las once, las doce, la una..." Porque, realmente, nos han llegado a dar las tres. Dejaré de sentirme vacía cuando me devuelvas el alma que como fianza te llevaste contigo. Dejaré de llorar cada noche cuando el 31 de enero te traiga surfeando en una de sus olas de frío. Dejaré de murmurar cuando el catorce de febrero no te acuerdes del día y lo sientas y prometas que el año que viene te acordarás. Dejaré de pasarlo mal, cuando llegues... Así que no tardes, que no aguantaré mucho haciéndome la valiente.

lunes, 5 de enero de 2009

Punto y seguido

"Un buen consejo, si me permites, es ignorarlo cuando hace ruido, no olvidar nada y pagarle con la misma moneda en cuanto tengas ocasión. [...] Nunca entres en la batalla cuando tienes todas las de perder. Sin embargo, jamás dejes que una persona que te ha insultado se salga con la suya. Espera tu momento, y cuando estés en una posición fuerte, devuelve el golpe, aunque ya no sea necesario"
(En cursiva fragmento de "Los hombres que no amaban a las mujeres" de Stieg Larsson)

Eso voy a hacer. Voy a esperarte con el cuchillo tras la espalda. Y vengarme porque ya son muchos años los que llevas jodiéndome la vida. Sin embargo, veo que el tiempo pasa y nunca estoy en una posición fuerte. Impaciente, espero mi subida para ver tu estrepitosa caída desde mi sofá de cuero. Esperaré...

sábado, 3 de enero de 2009

Commencer de nouveau

No te puedo decir fecha y no te puedo decir lugar... ¿Pero acaso necesita el amor algo así para sustentarse? Ni siquiera recuerdo el conocernos, directamente pasé a quererte. Toda nuestra relación se basaba en problemas y en tirar adelante. Empujábamos al otro, a veces por el camino que no era, y siempre teníamos que darnos cuenta e ir al rescate antes de que alguno se hiciera mal. Yo solía cansarme de todo aquello, de tanta angustia y tanto "Porque, pero, prisa y para...". Decidí que no quería seguir tirando de ti. Decidí que iría a mi manera y por mi camino, porque así, si quería pararme me pararía, y si decidía seguir, continuaría. No dependería de ti. Pero siempre me daba de bruces con la necesidad de tenerte. Y cada vez que me veía fuerte eras tú el que sentía recaer. Y volvíamos a intentarlo. Nosotros tuvimos cuartas, quintas, sextas oportunidades... Al final no se trató de empezar de nuevo, al final solo se trató de huir. Pero nosotros, a la larga, no funcionábamos. La cosa volvía a estropearse y a ver quién era el majo que nos entendía entonces. ¡Y por separado! Hoy nos he encontrado, a ti y a mí... Cambiados. Plasmados en el papel y en la tinta de un escritor que no nos conoce ni de lejos. ¿Y sabes que he decidido, antes de saber incluso como iban a acabar? Que no quiero seguir tirando y aquí me quedo. Que si vienes, no me verás.


A veces se veían tan asiduamente que tenían la sensación de ser pareja estable; otras veces podían transcurrir semanas, e incluso meses, entre encuentro y encuentro. Pero del mismo modo en que los alcohólicos recaen después de un periodo de abstinencia, ellos siempre acababan volviendo a por más. Naturalmente, a la larga, no funcionaba. Una relación así estaba condenada al sufrimiento. Los dos habían dejado atrás, sin miramientos, promesas rotas y relaciones traicionadas.

(En cursiva, extracto de "Los hombres que no amaban a las mujeres" de Stieg Larsson; Pag. 79)

jueves, 1 de enero de 2009

Hasta arriba

El suelo está muy sucio y la barra todavía peor. Paredes pintadas de un desagradable color, adornadas en un intento de triunfo por mentiras, recuerdos olvidados y gritos de borrachos que no pueden pagar. Los taburetes cojean y a ver quién es el listo que se atreve a sentarse en una mesa. Es un lugar de mala muerte. Pero aún así, avanza desde la puerta hasta el taburete. El camarero lo mira con cara de pocos amigos, no se pregunta porqué. Entiende que no le guste su trabajo. Con mucha experiencia que tiene, nunca ha visto a un camarero estar al otro lado de la barra, bebiendo para olvidar. Olvidando sin beber, perdiendo aquello que aún le pudiera quedar. Pide un vaso de whisky, barato. "Hasta arriba". Y esa frase... "Deje la botella en la barra". Tiene suficiente dinero para permitirse que ese líquido amargo que tanto detesta le haga olvidar. Antes de beber lo mira. No sabe como va a volver. Ni siquiera se ha preocupado de procurarse cierta decencia. Tampoco le importa. Bebe un vaso y dos y tres... Respira y suspira, grita y susurra... Bebe cuatro, cinco y seis... Se echa a llorar y se ríe... Bebe siete, ocho y nueve... La cordura poco le aguanta. Y acaba pidiéndole al camarero que brinde bebiendo con él.