martes, 27 de enero de 2009

El hombre de Negro



Últimamente no tengo muchas sonrisas. Y nadie las tiene para mí. Las cosas no van bien por el Mundo Sensible. Son las diez de la noche y yo me subo al último autobús que para en casa. Estoy cansada, porque ya no hay buenos días ni buenas noches y apenas he podido dormir. Busco asiento y no me cuesta encontrarlo, porque el vehículo va casi vacío. Al otro lado del pasillo, hay un hombre que viste de negro, que mira al frente y que sonríe. Le lanzo miradas de soslayo y me preguntó porqué sonreirá. Sea lo que sea, espero que le vaya bien. Es entonces cuando su mirada se cruza con la mía. Me sonríe más ampliamente y se levanta lentamente, como en una película, caminando por el pasillo hasta la puerta de salida del autobús. Al pasar, deja una nota sobre el asiento que está a mi lado. Cuando la cojo y la tengo en mi mano, él ya se ha ido... Pero la puerta está cerrada. Leo la nota con rapidez.

"Mira bien".

Frunzo el ceño y miro a mi alrededor. Ahora sí que está todo vacío y mi parada es la siguiente. Me pongo corriendo al lado de la puerta, no vaya a bajarme dónde no es. Pero no hace falta que avise al conductor de que quiero bajar, él ya había parado en el sitio. Lanzo una mirada al retrovisor del autobus y al volante te veo sonriendo. Yayo Antonio. Sonrío y me abres las puertas. Me despido con la mano y bajo. Una vez en la acera, el hombre de Negro está ahí. Le miro con una sonrisa y él sonríe una vez más y... Desaparece.

2 comentarios:

Mi Enemiga dijo...

La muerte no es necesariamente, un adiós. ¿O si?

Anónimo dijo...

Luego me dirás que no leo tu blog. Pues aquí me tienes.

Vaya, me ha gustado. Mucho. Como una escena de una película, pero aún así todavía más realista. Creo qeud e vez en cuando todos necesitamos un hombre de negro para que nos sonría y anime.

A ver si un día puedes prestarme el tuyo.